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7 de marzo de 2025
Andrea Jorge Técnico de Fabricación Mecánica MISATI
“Mis compañeros venían a ayudarme, como si no pudiera apretar bien el torno. Ya me las ingenié para hacerlo haciendo palanca”
El sector del metal: una industria clave
El sector del metal es clave para nuestro país. Agrupa toda la metalurgia y la fabricación de productos metálicos y da empleo a 1,5 millones de personas, que en su mayoría, un 90%, tienen contratos indefinidos con buenos salarios. Pese a ello, solo el 18% de todos ellos son mujeres y estas se ubican mayoritariamente en secciones como administración.
Sin embargo, hay excepciones, mujeres que trabajan en el corazón del sector, que desarrollan su tarea de igual a igual que con el resto de compañeros, y que se muestran como referentes para quienes quieran constatar que el metal no tiene género.
Entre ellas destaca el caso de Andrea Jorge, cuyo éxito es el triunfo a la determinación de labrar su propio camino en un sector que le permitiera desarrollar un plan de vida en buenas condiciones en un trabajo que le gustara.
Tras finalizar la ESO, se matriculó en un grado de auxiliar de enfermería, pero pronto se dio cuenta de que no era su vocación. Dejó los estudios y empezó a trabajar en distintos sectores, desde festivales hasta la hostelería. A los 25 años, sintió la necesidad de un cambio. “No podía estar toda la vida trabajando en festivales o de camarera”, confiesa. Fue entonces cuando se inscribió en una escuela de adultos, donde recibió apoyo para prepararse y presentarse a las pruebas de acceso a un Grado Superior y a enseñanzas artísticas superiores.
Superó ambas pruebas y comenzó a estudiar el equivalente a grado universitario de diseño de producto, una formación que tuvo que abandonar por circunstancias familiares y económicas. Sin embargo, la semilla ya estaba sembrada, y su interés por el sector industrial había despertado. Tras un tiempo de exploración, retomaba su formación inscribiéndose en un Grado Superior de Fabricación Mecánica, una elección profesional que generó sorpresa en su entorno. “Lo primero que me decían era: ‘¿Qué es eso?’. Hasta mi padre tardó en entenderlo”, comenta. No obstante, su familia y amigos la apoyaron, aunque fuera de ese círculo encontraba escepticismo: “¿Vas a encontrar trabajo?”, le preguntaban, dudando de sus oportunidades en un sector dominado por hombres.
Porque esos prejuicios de género perduran, sobre todo, en ambientes masculinizados. De hecho, en su clase, solo otra chica había decidido emprender el mismo camino, pero no terminó el primer trimestre. “Creo que no era lo que ella pensaba”, recuerda.
Ese primer sesgo, el de tener que estudiar en una clase llena de hombres, es el primer corte al que tienen que hacer frente las mujeres “Si eres tímida o callada, puede afectarte no tener compañía femenina”.
La salida de su compañera la dejó durante los dos cursos de Grado Superior como la única estudiante del ciclo, mayor que la mayoría de ellos, pero también más madura para perseguir su objetivo, y con profesoras, que le servían de referencia.
Andrea no pone ningún pero a la actitud de todos respecto a ella, pero sí recuerda que perviven ciertos estereotipos: “mis compañeros venían a ayudarme, como si no pudiera apretar bien el torno. Ya me las ingenié para hacerlo haciendo palanca”.
Con el tiempo, demostró su capacidad y logró abrirse paso. En su segundo año, la mayoría de estudiantes abandonaron, quedaban 16 personas, de las cuales 12 realizaron formación dual. En su empresa de prácticas, Misati, fue la única alumna en su puesto. “La persona que me hizo la entrevista, mi superior directa, era una mujer, ingeniera mecánica, y estaba encantada de poder entrevistar a otra chica”, recuerda con entusiasmo.
A medida que se acercaba el fin de sus prácticas, la empresa decidió contratarla por su buen desempeño. En la oficina técnica, donde trabaja junto a dos compañeros de mediana edad, nunca ha sentido que la trataran diferente por ser mujer: “Me han tratado como a cualquier trabajador”.
Con todo su futuro por delante, Andrea ya es referente para muchas estudiantes. Sigue colaborando con el centro educativo donde se formó y anima a otras jóvenes a apostar por el sector «Que no tengan miedo, que lo prueben. En la escuela donde estudié hay mucho apoyo y soluciones para cualquier problema que pueda surgir. Da igual lo que estés haciendo, lo importante es que lo hagas bien. No por ser mujer vas a poder desempeñar una tarea peor”.
De hecho, la imagen que acompaña este texto es la de la propia Andrea participando en un proyecto puesto en marcha por su centro, la Escola del Treball que, bajo el título EdT WomenDays, fue seleccionado en la Convocatoria de Ayudas de CaixaBank Dualiza y FPEmpresa por su apuesta por visibilizar el talento femenino en profesiones STEM.
Esa visualización de perfiles como el de Andrea es fundamental para promover la presencia femenina en ámbitos industriales, porque estos todavía son un campo desconocido, donde la mujer no se visibiliza. Como ella misma recuerda, “Yo de pequeña quería ser basurera porque era lo que veía. Enfermera, doctora, abogada… son profesiones que aparecen en la tele”, reflexiona.