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16 de enero de 2024
Clara Sanz Secretaria general de Formación Profesional del MEFPD Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes
La formación profesional ha dejado de ser una segunda opción para los jóvenes y se ha convertido en una elección de éxito personal y laboral a la que se puede acceder en cualquier momento de la experiencia laboral.
El éxito de cualquier economía del mundo pasa irremediablemente por el talento de sus profesionales. El capital humano se ha convertido en la “joya de la Corona” para mantener y mejorar la capacidad económica y productiva y, por ende, el bienestar colectivo e individual. La vertiginosa velocidad de los avances tecnológicos, el ritmo frenético de los procesos de digitalización y el mandato apremiante hacia una economía libre de carbono han transformado todos los sectores productivos sin excepción. Esta realidad ha instaurado una metamorfosis activa a tiempo real en el ámbito productivo y laboral que exige de una formación para la ciudadanía a la altura de las circunstancias y con el mismo dinamismo.
El futuro más inmediato alerta de la destrucción de empleos tal como los conocemos, junto a la aparición de otros muchos ligados a sectores emergentes y de la transformación de aquellos que consigan adaptarse en medio del cambio. Entretanto, la carencia de profesionales en la inmensa mayoría de los sectores se ha convertido en la gran preocupación de los Gobiernos. Un extremo que pone en riesgo la productividad y la capacidad innovadora de las economías del mundo. Y, paradójicamente, hay cientos de miles de personas, particularmente los más jóvenes, que no encuentran un empleo, o el que tienen no cumple con sus expectativas. Por otro lado, cabe señalar que las últimas previsiones alertan de que al menos el 65% de los puestos de trabajo requerirán cualificación intermedia, y hoy España dispone de entorno a la mitad de este porcentaje.
Por todo ello, los países miramos con urgencia hacia posibles soluciones que hagan frente a los desajustes del escenario global. La formación inicial ya no es garantía de empleo. Este reclama una continua actualización y una actitud de formación continua para un ejercicio profesional acorde con las demandas actuales. Así, la apuesta por la cualificación y la formación permanente a lo largo de toda la vida profesional es ya un requisito indispensable en el seno de las políticas educativas y de formación puestas en marcha en pleno siglo XXI. El nivel de calidad de estos modelos y su grado de idoneidad y flexibilidad para amoldarse a las nuevas necesidades son las claves que confirmarán o negarán el triunfo de las estrategias políticas y, por extensión, la viabilidad de sus sistemas económicos.
El viejo continente pone el acento hoy en la “revolución de las competencias”; no solo se refiere a las habilidades técnicas, sino también a las llamadas “soft skills”, determinantes en el futuro inmediato, por ser aquellas que dotan del carácter humano a la revolución tecnológica y ante la imposibilidad de ser suplantadas por la inteligencia artificial, la realidad virtual o la robótica, entre otros avances. Estas últimas cobran cada vez más valor en los procesos de selección que dirigen los departamentos de recursos humanos de las empresas.
Todos los estudios insisten en la importancia de invertir en formación profesional para intensificar los procesos de creación de valor, aumentar la productividad, la calidad del empleo, y, con ello, mejorar la competitividad y el crecimiento potencial de la economía. La formación profesional no solo forma a los jóvenes para el acceso al mundo laboral, sino que permite el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos para continuar manteniéndose empleables.
El diagnóstico realizado por el Gobierno de España, hace algo más de cinco años, nos llevó a diseñar el mayor proceso de modernización de la formación profesional de la historia del país. Teníamos que ser capaces de aprovechar el poder transformador del aprendizaje para hacer frente a los desafíos que teníamos por delante y a los que estaban por llegar. El compromiso fue firme y con él, gestamos la estrategia y pusimos sobre la mesa los fondos necesarios para hacer realidad la gran renovación.
Sin duda, la revolución de las competencias ha sido una de las grandes impulsoras de la enorme metamorfosis que el sistema de formación profesional ha experimentado durante las dos últimas legislaturas en España. Era necesario un sistema de formación profesional integrado en el trascurrir de la vida profesional de las personas. Los ciudadanos y las empresas necesitan una formación profesional de calidad que permita individualmente construir y progresar en itinerarios formativos, así como potenciar el talento de los equipos de las compañías, con independencia de su tamaño.
El Gobierno ha situado la formación profesional como un asunto de Estado, como una estrategia de país que se erige en motor de cambio de los modelos productivos y en una potente herramienta capaz de satisfacer las necesidades de los perfiles profesionales demandados por la nueva economía. Por todos es conocido que, la formación es un valor esencial en la construcción de la personalidad, la dotación de competencias para el desarrollo humano, la investigación aplicada, la experimentación, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico. En definitiva, necesitábamos construir entre todos, un sistema robusto al servicio de las personas y de nuestro tejido productivo que hiciera frente a los retos más inmediatos y nos preparara para el futuro.
Hoy el nuevo modelo es ya una realidad gracias a la Ley orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional, que cuenta con una memoria económica de 5.500 millones de euros, y la implantación del Plan de Modernización a cuatro años que ha contado con la financiación de más de 2.200 millones de euros.
Ambas actuaciones han puesto a disposición de la ciudadanía un sistema único e integral de Formación Profesional al alcance, por primera vez, tanto de jóvenes como de trabajadores. El nuevo modelo español apuesta por el carácter dual de la formación a través de la estrecha colaboración entre los centros y las empresas con el fin de ofrecer al alumnado una formación práctica y ligada a la realidad de los escenarios productivos. Conectar la formación con la empresa era una deuda urgente que debíamos acometer sin perder más tiempo. Hoy la dual en España, contempla dos intensidades en función del tiempo en el que el alumnado se forme en la empresa y de los resultados de aprendizaje que esta asuma. A partir de ahora, afrontamos la implantación de una fórmula cuya importancia ha sido reconocida en el ámbito europeo en numerosas ocasiones.
A principios de 2020, el Consejo de la UE acordó la Recomendación sobre la educación y formación de profesionales para la competitividad sostenible, la equidad social y la resiliencia, con ambiciosos objetivos para el año 2025. Entre ellos, destaca que el porcentaje de titulados de FP con empleo debe alcanzar el 82%, el 60% de los titulados recientes en FP debe haberse beneficiado del aprendizaje en el trabajo durante su formación, o el 8% del alumnado de formación profesional debe haberse beneficiado de una movilidad en el extranjero por motivos de aprendizaje.
En España, somos conscientes del camino que nos queda por recorrer. Y es que hemos de ser capaces de continuar multiplicando el porcentaje de alumnado de formación profesional. La nueva normativa contempla de forma específica las características del tejido productivo español, formado en su inmensa mayoría por pequeñas, medianas y microempresas. Para garantizar la viabilidad de la estrategia, es imprescindible adaptar esta nueva hoja de ruta al ecosistema empresarial de nuestro país que necesariamente ha de subirse al tren de la formación profesional para no poner en riesgo su supervivencia.
Estamos convencidos de que el éxito de las nuevas políticas impulsadas por el Gobierno en materia de formación profesional, pasa por seguir actuando desde el consenso y la participación. Desde que comenzamos esta andadura, hemos apostamos firmemente por la colaboración, articulando así un ecosistema de formación profesional que intensificara las sinergias y las redes colaborativas. La complejidad del momento presente y la urgencia de estas reformas, hacía imprescindible la participación de todos los actores implicados. Es por ello que, quizás, sea imperativo que la materia que nos ocupa se escenifique en un contrato social entre las partes, en un pacto de Estado por el talento que refuerce la cohesión del entramado implicado.
Precisamente, para visibilizar la red de país por la formación profesional que comenzamos a tejer hace cinco años, se creó la Alianza por la Formación Profesional. Hoy casi dos centenares de empresas y entidades, como Caixabank Dualiza, trabajamos conjuntamente por un objetivo compartido.
Y gracias a la colaboración entre el Gobierno central, los ejecutivos autonómicos, los interlocutores sociales, las empresas y el tercer sector, hoy estamos en condiciones de afirmar que la España digital, moderna, ecológica, del emprendimiento y la innovación se articula en torno a una formación profesional enérgica, dibujada a la medida de los nuevos escenarios, y dirigida a todos los ciudadanos en cualquier momento de la vida.
Otro de los logros alcanzados en estos últimos años, es el cambio de la percepción social de la formación profesional en nuestro país. Otorgar prestigio a este camino formativo ha sido uno de los objetivos del Gobierno de España, compartido también por aquellas entidades dedicadas a esta materia. La formación profesional ha dejado de ser una segunda opción para los jóvenes y se ha convertido en una elección de éxito personal y laboral a la que se puede acceder en cualquier momento de la experiencia laboral. Así lo confirman los datos recogidos por el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes y que señalan el aumento en más de un 35% del alumnado de FP desde 2018.
La formación profesional es y será generadora de oportunidades para el éxito personal y profesional y atenderá a las demandas de una sociedad versátil y alejada del estatismo, siempre desde la equidad, el progreso y el desarrollo del conocimiento.
Desde el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, hemos renovado la oferta de Formación Profesional con la actualización de titulaciones ya existentes y la creación de 36 nuevas vinculadas a sectores emergentes como el big data, la inteligencia artificial, la ciberseguridad, los vehículos eléctricos o la fabricación 3D, entre otros. El nuevo modelo ofrece un amplio abanico de formaciones de diversa tipología y duración que se articula en torno a cinco grados, desde las llamadas “microformaciones” a los títulos y los cursos de especialización o másteres de la Formación Profesional. Se flexibiliza así la oferta, gracias a la combinación de módulos profesionales y la formación “a la carta” para las empresas y sectores.
Para llevar a cabo esta modernización, hemos contado con las aportaciones de expertos de las principales compañías de todos los sectores productivos. En este contexto, hemos puesto en marcha iniciativas como el Hub Tecnológico por la Formación Profesional integrado por cinco de las grandes empresas tecnológicas. Con ellas estamos trabajando para anticipar los perfiles profesionales necesarios, las necesidades de cualificación y recualificación en el sector, así como para diseñar de forma conjunta nuevas formaciones. Y en esta línea vamos a continuar en el nuevo periodo que acabamos de inaugurar.
Por otro lado, los centros de Formación Profesional del futuro se convertirán necesariamente en dinamizadores de la innovación de sus ámbitos productivos y ofrecerán las últimas metodologías y recursos tecnológicos para docentes y alumnado. La conversión de las aulas en espacios de innovación y también de emprendimiento y su conexión con las empresas de sus entornos más cercanos ha sido otro de los hitos logrados en estos últimos años. Hemos financiado la creación de cerca de mil aulas de innovación e investigación aplicada, las llamadas “aulas Ateca”, en los centros de Formación Profesional; y alrededor de mil ochocientas aulas de emprendimiento.
El nuevo Real Decreto de ordenación del sistema, aprobado el pasado mes de julio, introduce módulos profesionales de sostenibilidad, digitalización e inglés técnico en todos los ciclos formativos de grado medio y superior. Asimismo, hemos incorporado a la formación profesional, las mal llamadas “habilidades blandas”, las que la nueva Ley de Formación Profesional define como habilidades para la empleabilidad y que cada vez cobran más relevancia. Competencias como la capacidad de trabajar en equipo, la habilidad para la interacción, de adaptación a los cambios, la creatividad, las dotes comunicativas o a la gestión del tiempo, entre otras, suponen ya entre el 70 y el 80% del peso de la decisión en un proceso de selección para el puesto de trabajo. De ahí que amplíen su peso en los currículos y que, además, condicionen necesariamente la metodología a utilizar en formación profesional.
Al mismo tiempo, estamos haciendo realidad la Formación Profesional bilingüe, tan importante para la economía global del siglo XXI. Sin duda, será uno de los objetivos del nuevo periodo que se abre, el impulso a la proyección internacional del sistema español, convirtiendo la formación profesional en un elemento de liderazgo de talento como país.
Impulsar la participación de la mujer en las titulaciones de Formación Profesional, sobre todo si hablamos de las especialidades de STEAM, será otro de los retos que desde el Gobierno de España marcamos para los próximos cuatro años.
Para ello, el nuevo sistema establece las bases de una potente estrategia de orientación profesional a lo largo de la vida. Es una de las tres dimensiones que fija la nueva norma. En los países de nuestro entorno más exitosos en formación profesional, se incorpora el descubrimiento de las profesiones y orientación sobre las salidas, las competencias y oportunidades de la realidad profesional. Apostamos porque la orientación comience a edades tempranas para convertirse en un acompañamiento durante la trayectoria educativa de cada joven y las decisiones de formación para personas adultas trabajadoras. Una adecuada orientación profesional favorece que nadie se quede atrás, gracias a un aprendizaje continuo, ajustado y accesible.
Otra de las principales líneas de actuación de la estrategia diseñada por el Gobierno de España y pilar fundamental de la Ley de Formación Profesional es la necesaria acreditación de competencias profesionales adquiridas por la experiencia laboral o cualquier otra distinta de la formación. Hemos destinado más de 550 millones de euros a las comunidades autónomas para dinamizar esta iniciativa.
Casi la mitad de la población activa de nuestro país, alrededor de once millones de personas, carece de acreditación profesional, a pesar de desarrollar con solvencia su actividad laboral. Esta realidad deja a las personas en una situación muy vulnerable ante la pérdida de empleo o ante la toma de decisiones sobre su futuro laboral. Identificar y acreditar las competencias que poseen los trabajadores y trabajadoras también les permitirá subir al tren de la formación. Hoy pueden dirigirse a su administración autonómica en cualquier momento y solicitar este reconocimiento. Las empresas también deben de ser conocedoras de su mapa de talento y tener identificadas las habilidades de sus profesionales, así como las capacidades que necesiten adquirir para seguir formándose.
En definitiva, hoy contamos ya con un sistema de Formación Profesional que, desde la Comisión Europea y otros organismos, como la propia Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es presentado como modelo para el resto de países de nuestro entorno. A partir de aquí, hemos de seguir avanzando en la misma línea para consolidar una estrategia que se ha hecho realidad y que determinará el futuro de varias generaciones y el bienestar social y económico de España.
Hacer realidad todas las posibilidades y oportunidades que ofrece el sistema de Formación Profesional nos concita a todos y de lo que seamos capaces de construir juntos hoy, desde la colaboración público-privada en su sentido más amplio y generoso, dependerá el futuro y el bienestar de las próximas generaciones.